viernes, 11 de enero de 2013

Eres mi síndrome de Stendhal...

Porque esto no es el siglo XIX y yo no soy un caballero victoriano...

Yo no llevo levita ni sombrero, ni soy un romántico; uso vaqueros, sudaderas y zapatillas deportivas, soy urbano, moderno, puntual, ordenado y a la vez anárquico. A veces me corroe la impaciencia, me subo por las paredes cuando quiero algo con premura y  tengo la mala costumbre de decir todo lo que pienso, pero, sobre todo,...
...no puedo dejar de observar esos ojos chiquititos y encogidos cuando te ríes, casi invisibles. Provocas la inmovilidad de los míos, la incertidumbre de mis futuros movimientos y la recolocación de mis manos. No sé dónde meterme, dónde esconder mi nerviosismo, intentando disimular que me encantas. 

Y me convenzo que es el frío el que hace temblar todos mis músculos, erizando todos los vellos de mi piel, pero eres tú, enérgica, tranquila, desordenada, natural, con tus curvas artesanales, con tu boca dominante y causante de todos mis males.

¡Joder, no sé cómo decirte que me muero por ti! Ora tan prohibida, ora tan accesible, pero siempre despertando mis deseos más animales, mis ganas más oscuras, devorándote con la mirada para saciar mi hambruna. Y es que quiero que mi barriga, que mis sentidos revienten de ti, y saciarme con tus besos, y  que no te canses de los míos, haciéndote el amor por todas partes, hasta en los baños de casa de tus padres.

Porque eres mi mayor vicio, mi adicción más profunda, eres mi cotidiano síndrome de Stendhal...

martes, 1 de enero de 2013

Te voy a comer...

...Y no te voy a dejar un resquicio al descubierto.

No tamizaré mis besos con tu tostado terciopelo, todo se hará sin barreras, sin guantes, a corazón abierto y sin cabeza.

No recorreré un centímetro de tu cuerpo sin que tus ganas se enteren. Quiero dejar en evidencia cada vello, cada historia escondida, desollando los humores y las dentelladas de tu vida. Puedo y necesito podar la  mala hierba que tienes sin arrancar, sembrando mi apetito en cada rincón de tu piel, en cada metro cúbico de tu saliva, en los sístole y diástole de tu corazón y en el infatigable ritmo de tu respiración. 

No me interesan tus años de ayer, ni los de un futuro incierto, solo quiero probarte cada mañana, mientras arremolino tu pelo, acaricio tus pechos bajo el pijama y damos los buenos días al mundo follando con ganas. Porque no me quiero perder cómo te lavas los dientes frente al espejo, ni cómo sales de la ducha protestando por el frío, mientras entro y apago las corrientes del viento. Y quiero estar presente siempre, en todo momento, cuidando de cada postura de tus cabellos, sorprendiéndote en la cafetería de la esquina, abrazándote cuando contestas al teléfono...

No quiero perderme ni un segundo de ti, porque ya estoy harto de estar sentado en los bancos del pretérito perfecto. Enséñame a ser tu presente simple.