sábado, 28 de abril de 2012

Cuando vivamos juntos...

Nuestros días serán serenos y solemnes, sexuales y locos, divertidos y literarios, tiernos, arrebatadores y ninguno igual al otro.
Cuando leamos juntos en el sofá de la esquina, sólo nuestros ojos hablarán sin decirse nada, y se dirán todo.
Y cuando los libros reposen en la mesita negra del salón, los sofás se quedarán desnudos de silencio.
Y lograré que te sientes en el velador de la cocina con las manos hacia atrás, apoyadas en la encimera, el pecho inclinado y la cintura curva; mi brazo te recorre la espalda mientras beso tu cuello y caracoleo en tu oído. Y no se van tus dedos a otro lugar que al jardín de mis delicias... y sabes que salto, que me retuerzo, descanso.
Y me vengo en tus rodillas, en tu barriga, en tus costados, y es mi lengua la que cobra los besos robados, y tu piel la que recibe los amasijos de ternura de mi corazón desencajado... como mi mandíbula, insertada en tus piernas, mordiendo tus rincones más tapados. Y con tu sexo espero y desespero, sudados, con nervio, húmedos, empalmados...
Caerá el agua de la ducha, fuerte, cuan borrasca huracanada, y las paredes retumban...
Llaman a la puerta. Es la policía. Los vecinos se hartan.

miércoles, 25 de abril de 2012

Mañana no será lo que dios quiera.

No es un homenaje a Ángel González y su literatura; son sus ideas.
Todas ellas calan y doblegan los corazones más tercos, las mentes más turbias y los ojos más ciegos. 

Todos los que nos sentimos republicanos encontramos en esta obra del profesor Montero más que un aprendizaje. No es biografía, es un marco de referencia para acercarnos a los secretos más vivos de la Carpeta Azul de Ángel (Y no digo don, porque así llamaba a los curas de mi infancia). 

Aquí, en entre sus tapas duras, se respira la pedagogía de los maestros de la  ILE, la ilusión de una década, el olor a pólvora de los obuses de la guerra, la intoxicación sexual de una época... Y entre todo eso, ríos de tinta de un hombre con barba enroscada y plata para ocultar su pequeño mentón. Poemas, perfectos nombres técnicos de insectos, palabras que definen el amor con la precisión de un cirujano, y una voz tamizada con suaves caramelos de menta que no ocultan su ronquera de fumador.

García Montero no adula al maestro de Vetusta, no es su estilo, no sería serio. Lo describe tal cual es, sin arremolinar adjetivos hueros, vacíos por sí solos. Pero me quedo con una frase del Catedrático de Literatura: "Cuando bebe,  a Ángel se le sube el alcohol a los pies". Es una forma de ejemplificar la facilidad de un hombre para mantener la cabeza fría, que recuerda a su padre sólo por la voz, que vio entrar bombas en su casa y sintió en sus carnes el hambre de la libertad.

domingo, 22 de abril de 2012

Besos, bocas...

Hundo en tus ojos mi vida
y quiero en mis ojos la tuya.

A veces nazco de la muerte y 
muero en la discordia de tu silencio.

Pero vuelvo a nacer de ti, de tu boca
roja, quemada, invernal.

Y nacen mis labios
morados, secos, enquistados.

Y pruebo tus labios
bermellones, húmedos, primaverales.

Y mi boca ya no está
ensangrentada, áspera, arrugada.

Y me conformo con gatear, ir a rastras;
pero enséñame a andar hoy, siempre, mañana.

jueves, 19 de abril de 2012

Contra los postulados racionalistas

Pasando de los postulados neoplatónicos de Marsilio Ficino, y de las arbitrariedades racionalistas, empíricas y pseudoroussonianas, me posiciono en la vanguardia de la sensibilidad; pero más parecida a la que nos legó Shelley, que la que Byron plumificaba en sus escritos.

Bastiones de sentimientos exaltados desde las pasiones del alma. Carros herrados de oro, berlinas de 1300 chelines, cocheros con librea, látigos de cuero, y ruedas pisando fangos del cementerio donde enterramos a la diosa razón; ¡Tan puta como las meretrices del rey de Prusia!

Palos de la madera más dura de los montes Transilvanos, todo para sepultar mi materialismo más contumaz. Pocos salpicones de racionalismo quedan todavía en mi entendimiento; limpiados con los recuerdos de tu mirada, de las delicias de tu lengua dislocada en las comisuras de mi cuerpo.

Ojos clavados en los textos más intensos de la racionalidad, deseosos de leer la cordura de la locura más extrema. Sólo mi rabia, mi pecho saliente, avanzan con los impulsos de tu lógica aplastante, de la lógica de los besos más húmedos de cada rincón.


Nunca creí que mi duelo con el racionalismo fuese vencido contigo. Con tus manos desencajadas, voladoras, trepadoras de las enredaderas del romanticismo más vespertino, posicionadas en el corazón más pétreo, romo y apagado.

Luces, amanecer, tempestad, sentidos.

Fuera de lo frondoso


Ya no hay espesura; los hilos filomitológicos de Céfiro hicieron su trabajo.
Ya me quedas sólo tú, y el valor de tu hondura.
Quiero tu imagen accesible, permeable, cualificada.
No quiero la cantidad de la monotonía, sólo quiero tu voz clavada.
Pero permíteme el derecho a sentirme humano y disfrutar de tu mirada penetrante,
constante, dominadora de todas las imágenes.
Quiero tu tiempo, tu vida, tu sangre... y sentirte mía a cada instante.

Amores que son...

Son los amores... párvulos, ingenuos, diurnos.

Son los amores... díscolos, cobardes, nocturnos.

Son los amores... sofisticados, anárquicos, tormentosos.

Son los amores... tercos, febriles, monstruosos.

Son los amores... regios, reposados, toscos.

En lo frondoso

A pesar de todo lo pasado, sigo en el pasado.

Me cuesta el presente. Me cuestas en el presente.

Tumbado en la espesura y la mirada perdida.

Siempre estás a lo lejos y se refleja tu sombra; brusquedad, corazones, mariposas negras.

A mi pequeña grande

Eres grande y accesible...
y tus entrañas cualificadas

Eres grande e inalcanzable...
por los kilómetros de la distancia.

Eres grande y actualizada...
y tu mente abierta desde el sol de la mañana.

Eres grande y motorizada...
y tus miembros el norte me señalan.

Eres grande y penetrable...
y en tu interior mis ojos no comparan.

Eres grande e indivisible...
y siendo muda no te callas.