...Y que me miren como tú lo hacías.
Porque cuando físicamente nos mirábamos, era como hacer el amor mentalmente sin protección y acabar preñado de ti.
Pero cuando volvíamos la espalda, sin poder tocarnos ni mirarnos, quise entrar dentro de ti, y lo hice a trompicones; y salí contigo pero sin mí, abandonándome en tu interior, sin rumbo fijo. Y acabé perdiéndote por el camino, y ya no sabía encontrar la salida.
Amándonos hasta la misma carne, nos bifurcamos, nos cansamos, nos herimos con los espinos del sendero, y acabamos arrancándonos el corazón de cuajo, avinagrado y moribundo.
Hoy ya no crecemos entre rosales malditos, ni entre venenos en flor. Hoy te veo brillante en la colina, y yo brillando como el trigo.
Ya podemos mirarnos sin anteojeras aunque los dos tengamos gafas negras.
Eso es lo importante, ser capaz de seguir brillando, me ha encantado!
ResponderEliminarPara mí es un placer que me leas. ;)
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