sábado, 21 de septiembre de 2013

Hoy vuelvo a estar vivo...

Han pasado más de 365 días del comiendo del peor año de mi vida, y hoy puedo decir que estoy curado. 

El dolor ha desaparecido porque los malos y los buenos recuerdos han cicatrizado correctamente, sin dejar más huella que la del aprendizaje. Un dolor que te demuestra lo vivo que estás y lo bien que trabaja tu maquinaria sentimental; pero yo no quiero este tipo de vida. No estoy de acuerdo con los que dicen que el dolor te hace ver que estás vivo; no, este sentimiento te hace estar muerto, como lo estuve yo durante tantos meses. 
El amor mal curado es directamente proporcional a un tiempo de luto obligado, del que sales, antes o después,  dependiendo de tu fuerza de voluntad y el apoyo de mucha gente, pero se sale. 

Amé con intensidad, sin medida, donde no me tuve en cuenta para nada. La quise más que a mi vida y perdí la mía por el camino. Hoy la he vuelto a recuperar, sin dejar un pedacito tirado por el suelo, porque ya los he recogido uno a uno, con decisión, con valentía. 
Tuve la oportunidad de amar por primera vez, de disfrutar del sentimiento más bonito que hay en el mundo, y eso no lo cambio, aunque no encajáramos en nada. Creí que era el amor de mi vida, y durante la pérdida lo seguí creyendo, y la amaba más que a mi sangre. Pero hoy puedo decir que simplemente ha sido mi primer amor y espero que no el más importante, porque tengo mucha vida por delante para conocer a personas que me hagan sentir vivo de nuevo, pero donde el amor se imponga siempre al dolor, no al revés. 

 Hoy he recuperado mi vida y soy feliz, porque tengo a la mejor familia del mundo, a los mejores amigos y he vuelto a recuperar mi sueño, y tú sabes cuál es. Te deseo felicidad, de corazón. Te deseo lo mejor. 

3 comentarios:

  1. El bien irreparable que me hizo tu belleza
    y la felicidad que se llevó tu piel
    son como dos avispas que tengo en la cabeza
    poniendo azufre donde conservaba tu miel.

    ¡Cambió tanto la cena! Botijas de tristeza
    en vez de vasos de alba tiene hoy este mantel
    y aquel fervor, espero esta noche a que cueza
    para servirme un plato de lo que queda: yel.

    Rara la mesa está: La miro con asombro,
    como y bebo extrañeza y horror y absurdo y pena.
    Se acabó todo aquel milagro alimenticio

    tras un postre espantoso me levanto y te nombro
    que es el último trago de dolor de esta cena,
    y voy solo a la cama como quien va al suplicio.

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  2. Ahora dirigimos solos nuestro propio destino, relajados y felices. Aquel dolor no volverá; otro nuevo no sé, pero aquél ya queda tan lejos que ni adivinamos el motivo de la tortura, porque la piel y el corazón mudaron como las serpientes.

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