miércoles, 25 de abril de 2012

Mañana no será lo que dios quiera.

No es un homenaje a Ángel González y su literatura; son sus ideas.
Todas ellas calan y doblegan los corazones más tercos, las mentes más turbias y los ojos más ciegos. 

Todos los que nos sentimos republicanos encontramos en esta obra del profesor Montero más que un aprendizaje. No es biografía, es un marco de referencia para acercarnos a los secretos más vivos de la Carpeta Azul de Ángel (Y no digo don, porque así llamaba a los curas de mi infancia). 

Aquí, en entre sus tapas duras, se respira la pedagogía de los maestros de la  ILE, la ilusión de una década, el olor a pólvora de los obuses de la guerra, la intoxicación sexual de una época... Y entre todo eso, ríos de tinta de un hombre con barba enroscada y plata para ocultar su pequeño mentón. Poemas, perfectos nombres técnicos de insectos, palabras que definen el amor con la precisión de un cirujano, y una voz tamizada con suaves caramelos de menta que no ocultan su ronquera de fumador.

García Montero no adula al maestro de Vetusta, no es su estilo, no sería serio. Lo describe tal cual es, sin arremolinar adjetivos hueros, vacíos por sí solos. Pero me quedo con una frase del Catedrático de Literatura: "Cuando bebe,  a Ángel se le sube el alcohol a los pies". Es una forma de ejemplificar la facilidad de un hombre para mantener la cabeza fría, que recuerda a su padre sólo por la voz, que vio entrar bombas en su casa y sintió en sus carnes el hambre de la libertad.

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