Hundo en tus ojos mi vida
y quiero en mis ojos la tuya.
A veces nazco de la muerte y
muero en la discordia de tu silencio.
Pero vuelvo a nacer de ti, de tu boca
roja, quemada, invernal.
Y nacen mis labios
morados, secos, enquistados.
Y pruebo tus labios
bermellones, húmedos, primaverales.
Y mi boca ya no está
ensangrentada, áspera, arrugada.
Y me conformo con gatear, ir a rastras;
pero enséñame a andar hoy, siempre, mañana.
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