jueves, 12 de julio de 2012

Casi te desaparezco...

Parecía que se gastaban las páginas, y las letras ya no salían...

Y no podía avanzar porque el terciopelo gris, que es la bruma de nuestras disputas, me impedía el paso.

Y no logré encontrarte, no, no estabas, te sentía, pero me dolía hasta el corazón de pensarte, los dedos de escribirte y las rodillas de agacharme.

Pero rompí todos los argumentos, te encontré donde menos te gusta, en mi llanto, en los recuerdos que tendré, en las calles donde paseamos, en los besos que nos dimos, en tus sueños a media mañana, en la ansiedad de verte entre otros brazos y entre otras bocas... y eso es la muerte misma, sin posibilidad de resucitarte.

 Por aquel 8 de enero, porque no quede en saco roto aquella vez que te quedaste con mi olor y yo me quedé impregnado de tu cordura.

Por eso no quiero ni un minuto que no seas tú, que no sea yo, que no seamos los dos.

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