jueves, 26 de julio de 2012

No quiero tus espinas...quiero tus rosas

No quiero recorrer contigo los espinos que me clavas cuando congelas tus palabras. Quiero caminar sin pincharme, porque ya he sangrado bastante.

A veces tus "no" son fríos y ásperos, como un canto de río. Con ellos me atraganto, me asfixio y no respiro. Y hasta el sudor se me hiela el segundo que dura ese brutal monosílabo.

Y no quisiera leer en ese momento, no, pero acabo impregnando mi mente con los cuchillos afilados, toscos, hirviendo que me lanzas. 

Cuando huyes te vuelves parca, cobarde y mortal, y me matas en el mismo instante que tus pasos me dejan solo, con mi música en mi parte, deseando que tú la escuches, aunque no te guste la letra que me sale.

Cuestan las palabras, cuesta el corazón, avinagrado con los salmos más oscuros y negros que me escribes; pero no me cuesta el amor, que toma aire con cada cuchillo de menos que me lanzas, con cada frase de más que me sueltas, con cada estrofa que me entonas, con los "te quiero" a su tiempo, y a destiempo, y sin el tiempo para reponerme de tu renacimiento, de las cenizas resucitadas, de las rosas limpias de las espinas que me clavaste. 

Ya no siento la hinchazón, ni me acuerdo del dolor, pero sé dónde están los rosales, allí no iré jamás.

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